lunes, 20 de julio de 2015

HUMO


Allí estabas tú. Mi ángel en la oscuridad. Te vi. Supe que te quería.


Tus brazos me protegían, me resguardaban, eran como una muralla infranqueable donde nada ni nadie podía dañarme. Eran mi promesa de seguridad… pero más que seguridad, felicidad.

¿Dónde estás ahora? Veo el espacio que te pertenece en este desgastado colchón, aún está tibio, deberías estar aquí, ¿por qué no te siento?
¿Será que he perdido mi capacidad de sentir? ¿Será que tú te has perdido?

Mi memoria también comienza a fallar. Ya no recuerdo la última vez que mis labios ardieron con el furor de los tuyos, en su lugar tengo escamas. Soy toda grietas, toda desierto. Me estoy secando, y tú ya no eres agua.

Tampoco recuerdo cómo es que late un corazón… uno enamorado. ¿Mi corazón late aún?

Y es que el tiempo vuela, ¿no lo crees? Y cruelmente se ha ido llevando una a una mis esperanzas. Es despiadado, ruin. Con sublime sutileza ha suplantado mi tez suave por una frágil y áspera, se ha tomado la tarea de escoger mis cabellos, hebra por hebra, y pintarlos con sus largos dedos; ya no son negros, ahora tienen color humo. Humo es mi cabello, humo es mi aliento. Como humo se dispersa mi vida.

Y sigo sin saber a dónde te has ido, amor.

En mi anular aún mantengo esa promesa, sé que sigues vivo aunque ya ni a ti te recuerdo.

Mis memorias se esconden entre álbumes, pero no quiero buscarlas, no quiero vivir de ellas, estoy cansada de imágenes sonrientes. Les temo. No confío en risas que no puedo oír.

En ocasiones te encuentro, cuando el silencio es tan fuerte que aturde y cuando la oscuridad lo llena todo, en ese momento puedo verte. Tú. Vuelves a ser mi ángel. Tus brazos me vuelven a acunar y me siento protegida de nuevo. Me siento en casa. Pero ese abrazo ahora es tan efímero como un suspiro, tus brazos ya no son una muralla. Antes me refugiaba en ellos, ahora me congelan. Tengo frío, y tú ya no eres fuego.

...

Esta noche volví a encontrarte, y aún había luces encendidas; volví a encontrarte, a pesar del ruido. Eras tú, durmiendo a mi lado. Pero esta noche, aunque te veía, no te sentí. Aunque tu aliento era tibio y tu cuerpo aún irradiaba calor, mis huesos tiritaban.

Eras tú, era yo, pero ya no éramos nosotros.  


Después de todo, el humo se dispersa, huye, vuela y desaparece… Y yo soy humo.

~DF

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