No me está gustando esto de extrañarte.
Tampoco me gusta que me resultes insoportablemente apuesto.
No me gustan tus cándidos ojos café, ni tu sonrisa perfecta
que me deja sin aliento cada vez que la dibujas en el marco de tu mentón esculpido
como por mano de ángeles.
¡Ni hablar de tu cabello! No me gusta, para nada, que asemeje
las olas del mar en un oscuro anochecer; ondas majestuosas, negras, exquisitas.
No soporto que cuando me mires, me hagas sentir tan pequeña y
me sienta como… como chocolate
caliente, derretido en el ardor de tu esencia.
Pero eso no es lo que menos me gusta…
Lo que detesto, querida figura de ensueño, lo que detesto es
que sacudas todos mis sentidos cuando apareces de la nada, detesto la forma en
que te conocí y el tiempo de nuestro encuentro. Que coincidamos de vez en cuando,
al llorar a gritos tu presencia, y que tan efímero como un suspiro vuelvas a
perderte en mis sueños.
Que seas el autor de mis desvelos, y el dueño de mis
pensamientos, que me llenes aún sin estar, que me toques sin necesidad de usar
las manos, que me hagas quererte, y anhelar esa hora, ese minuto, ese segundo
en que nuestros ojos se encuentren y nuestras pretensiones, sin palabras, se
entiendan.
En definitiva, no me está gustando esto de que me gustes… y que no te pueda tener.
Df
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